domingo, 22 de febrero de 2015

El guache y sus carbones de fuego.

Hay una historia bonita de una mamá que le enseña con un ejemplo a su hijo, lo dañino que puede ser para uno el tener problemas con alguien más.
Lo llevó ante un costal de carbón y puso enfrente una sábana blanca y le dijo al niño que imaginara que la sábana era su adversario con quien había tenido problemas y que le lanzara con fuerza todos los carbones que pudiera, hasta que su enojo se calmara.
El niño vació el costal de carbón y con la satisfacción en el rostro le dijo a su mamá que ya se sentía mejor, su furia se había apaciguado.
La mamá le enseñó la sábana que apenas se había manchado y los carbones tirados en el suelo, y llevó al niño al espejo para que viera como había quedado de tiznado en su faena.
Y con ese ejemplo, le dijo, que aunque tuviera razón en su enojo ante su pequeño adversario, al responder los ataques y lanzar los carbones, viera como había quedado de manchado y que así es la forma en que uno se queda cuando se ataca a alguien más.
Y dando un giro a esa historia, creo que esos carbones que representan el coraje y el rencor, los podemos sustituir por carbones de alegría, de paz, de amor y lanzarlos a todos nuestros semejantes.
Con la gran meta, que al final, después que vaciemos nuestros costales de carbón a las sabanas blancas de nuestros semejantes, seremos nosotros los más impregnados de esos nobles sentimientos.
¡A lanzar carbones de amor!

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sábado, 21 de febrero de 2015

¡Pero qué sabe de pozol, aquel que nunca fue a una velación!

Recuerdo ese pozole, en su cazuelita de barro, con ese rojo producto del chile guajillo y de puya, colmado de cebolla, con su chile verde serrano cortado en pedazos, pero tan uniforme que sabes que fue cortado para dar sabor.
Veo esa cazuela de barro, con los granos de maíz hervido, del de nixtamal, no de ese pre cocido con el que lo preparan ahora.
Imagino el olor del orégano, de hojitas tronantes que se deshacen en los dedos mientras lo esparces por toda la cazuela. Y ese limón partido que le rocías, lo exprimes con fuerzas y sientes el olor del zumo en tu nariz y lo sueltas hasta que sabes, que ya no tiene una sola gota de zumo más.
Y ahí lo tienes frente a ti, en ese recuerdo de niñez, en esa cama de otate en la que todos los niños que fueron a la velación los mandaron a cenar, tal vez un pedazo de trompa o la oreja de la cabeza del marrano asoma en ese plato, que nunca un niño hizo esperar.
Ese era un pozol que devorabas mientras escuchabas tal vez el vals “Dios nunca muere”, de los músicos de la banda de viento o la chirimía con el tambor, con ese sonido que anuncia el camino del sufrimiento, pero con ese plato sólo sabes del placer de comer.
El último condimento que se le aplica a un pozole –cuando se es niño-, es una Pepsi o una Coca bien fría, con eso, el placer está completo, no hay mayor felicidad para un paladar.
Hace tiempo, era tanto mi gusto por el pozole que bien pude recibir con honores el mote del “Siete Cazuelas”, apodo que es digno de recibir sólo aquel que ha roto el record de servirse siete veces y pedir para llevar para que lo pruebe la familia.
Como un verdadero Siete Cazuelas, depredador de cabezas de marrano hervidas en maíz con sal y hojas de laurel, merodeador del bajo mundo de las pozolerías que alguien impuso sólo dieran servicio los días jueves, he encontrado que en Tlapehuala, los días viernes muy temprano, una señora de San Antonio de las Huertas vende un pozole como ese de velación.
Los sábados por la noche, cada quince días, mi vecina doña Mary, en la calle Mina, que vende cena, también vende pozole, que aunque blanco, tiene ese sabor de antaño, y cada dos semanas acudo previa cita con Martha, puntual, al encuentro de ese pozole blanco, y ahí coinciden, sólo verdaderos sibaritas arcelenses del pozole.
Por lo demás, a esperar hasta el día jueves, ya tenía una pozolería preferida, pero le apliqué un pequeño embargo comercial personal de no consumir su oliente maíz hervido, porque la última vez que lo sirvió le habían pasado de sal.
Así que el pasado jueves encaminé mis pasos hacía otra pozolería, adonde hace tiempo no había ido. Y ya lejano de los tiempos de aquel legendario Siete Cazuelas, vi en la carta que ofrecían cazuelas de varios tamaños: mini, chico, grande y mediano.
Pedí un pozole chico y después de media hora de esperar me llevaron la pequeña cazuela, durante ese tiempo pensé por qué tardaban tanto en servirlo, si solo hay que sacarlo de la olla, echarlo a la cazuela, y listo.
Pero eso no fue todo, al ver el tamaño de la cazuelita en que me sirvieron fue mi desilusión tan grande, que le dije a Anna Tamayo, de la que me salvé, si pido el pozole mini, seguramente me vienen a dar una cucharada de pozole y ya.



viernes, 20 de febrero de 2015

Soy curandero

Dicen que soy curandero
y que sé de curanderías,
y que el viento todos los días
se me enreda en el cabello.
Dicen que soy el potrero,
que por la seca florece,
que soy un arroyo, un
arroyo que se crece
volviéndose un torrental.
Es mentira. Soy un viejo caimán,
que brinca y desaparece.
Versos de la Costa Chica.


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martes, 17 de febrero de 2015

La Nana Colasa en Cutzamala

Una de las leyendas más terroríficas en toda la Tierra Caliente, y quizá la más popular, es la de La Nana Colasa, desde Huetamo a Ajuchitlán y de Arcelia a Zirándaro, incluso lugares cercanos como Amatepec, Tejupilco, Tetela del Río, Apatzingán, etc. 

La difundieron quizá desde 1540 cuando llegaron a Tierra Caliente los primeros frailes que decían que en la región "estaba muy bien el Diablo, pacífico y en paz" según las crónicas. La Nana Colasa se decía que era "la mamá del Diablo", que tenía grandes senos aunque algunos decían que tenía uno más grande que el otro; en ocasiones la pintaban como una mujer gorda y espantosa pero en otros como guapa y sensual que invitaba a los hombres a la manera de Xtabay en Yucatán. En aquellos dos casos la Nana Colasa invitaba a mamar sus senos con fines eróticos y el hombre corría asustado al ver de quién se trataba. Nana está en tarasco y significa "madre", y Colasa es por Nicolasa. En Cutzamala durante siglos se dijo que se paseaba por el arroyo de Xarakuaro muy cerca de la loma El Divisadero cuyo nombre es también de Xarakuaro, y de ahí se iba al cerro La Tondónikua donde "radicaba" su hijo el Diablo. Esto lo decía la conseja popular, el vulgo. La han querido identificar con La Llorona pero no debe ser por que la Nana Colasa no clama por sus hijos como lo hace aquella. Por algunos rumbos de Tierra Caliente le llaman Culasa, tal vez por sus grandes caderas. Hoy se ha acabado esta leyenda por que dicho arroyuelo, la loma y el cerro La Tondónikua están grandemente poblados. De esta leyenda y otras se trata en mi libro "Cutzamala Magia de un Pueblo". Las leyendas, aunque no son ciertas, son el adorno de la Historia, como los aretes en una mujer guapa.


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lunes, 16 de febrero de 2015

La voz del pueblo

Autor. J. Félix Cruz Gutiérrez.
Hoy gritamos un dolor social
Con los 43 estudiantes desaparecidos,
Es un dolor social, es un luto nacional,
Luto que muchos ahora utilizan como bandera

Que representa la cara del dolor falso,
Nadie llora a los 43 cada quien llora uno en su casa,
No se puede llorar por todos,
Los que dicen que lloran
Se benefician de la tragedia,
El que menos es consolado es a la familia
A quien le fue arrancado ese hijo de esperanza,
Ese hijo de lucha, ese hijo ejemplo
Para los hermanos,
Ese hijo que dejo
Y abandonó la tierra parida,
En busca de un ideal
Y que encuentra injustamente
Un aplastamiento de sus ideas
Por aquellos necios, vanidoso y soberbios.

Quien llora en la esquina la muerte de un ser querido
¿Quién con él llora?, ¿quién con él, lo acompaña en su soledad?,
¿Porque cuando la muerte llega en grupo?
Se agrupan y, ¿cuándo la muerte es solitaria, lo abandonan?

Los ojos dicen que, tienen llanto,
¿Quién consuela al que llora?
El que llora se consuela solo,
Porque los consoladores nunca se ven por ningún lado,
La promesa de ser consolados es promesa nada más
Por eso el que llora se consuela solo,
Porque si no seríamos una sociedad inundada por tanto llanto,
Que después se vuelve rencor, impotencia, rabia y odio.

La vida es vida y cuando la vida se encuentra
Con la muerte, hay una lucha constante
Que desgraciadamente no hay ganadores
Ni vencedores, en esa lucha de vida o muerte,
Solo existen dos cosas. Lamento y llanto.

No nos damos cuenta que en realidad
Tenemos a un gobierno demócrata
Siempre buscando la democracia
Sin importar partido, buscan la democracia
Y pregonan de ella como única bandera
De salvación de un pueblo,
Cuando en realidad los demócratas
Y los políticos, nada saben de la ciencia y la tecnología que
Nos está consumiendo como aquellos lirios
Que van cubriendo el lago de Chapala y sus
Peces van muriendo como la sociedad mexicana.
Algunos de los políticos nada saben de tecnología
Nadie, ni siquiera saben manejar las redes sociales,
Ya que ponen a aprendices lacayos cibernéticos,
Para responder sus mensajes a modo,
Y eviten su mala ortografía in-practicada por ellos.

La política es como la mujer hermosa
Solo voltea para ver a sus aduladores,
Los aduladores son aquellos afortunados
Que amasan grandes fortunas mal habidas por cierto
Los otros afortunados son imitadores de afortunados
Que en la primera esquina son despojados por la mujer bella
De su incipiente fortuna mal habidas y guardan silencio
Esperando otra oportunidad de recuperar lo perdido
Arrastrándose al de turno.

Todos nos volvemos imitadores, todos somos imitadores
El rico imita ser pobre y el pobre imita ser rico
El de en medio está en desconcierto no sabe si es rico
O pobre. Por eso el de en medio es la presa fácil
Que conquistar y a ellos va dirigida toda la mercadotecnia.

El pobre, el que se siente pobre
Cree en la promesa, la promesa se vuelve esperanza
La esperanza se vuelve inmortal, con eso que decimos
Que la esperanza muere al último.

Entonces ella misma los sepultará, y nunca la conocerán
La esperanza no tiene rostro,
La esperanza es algo que se lleva en el corazón
Y entra y sale, te abandona y regresa,
Y crees que has satisfecho la esperanza
Cuando alguien te llama y te dice
Que entregues parte de tu vida a cambio de algo.

El trabajo se dice, que se paga con la vida
Las monedas que te dan es el valor de tu vida.
El dinero-regula la vida
Por lo tanto en México la vida vale poco,
Porque su salario es nada.


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