Se hallaba La Pichocha vendiendo su agua fresca, como por lo común hacía en el pueblo de Ajuchitlán, y gritaba a todo lo que su voz podía:¡¡agua helada!!, ¡¡bien helada!! Eran los momentos de la celebración de la Semana Santa, por la calle.
Estoy predicando, le recamó el cura ¡que!, ¿no oíste?
¡Anda puta! contestó la vendedora, tú no te quieres morir de hambre, y yo tampoco. Es el momento en que puedo vender agua.
Extracto del libro Dichos y comodijos: Tierra Caliente del Balsas, Autor: Viliulfo Gaspar Avellaneda. Editorial Garabato.
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