Difícil realidad enfrentan los niños de hoy, cada vez más difícil: no solo son nietos de las crisis económicas que impiden a los pobres de este país levantar cabeza desde hace 40 años, sino que, a diferencia de la generación que los antecedió, son también rehenes de la violencia del crimen… y de la disidencia magisterial del SNTE que se hace llamar democrática y combativa.
Hasta hace pocos años se pensaba que la única desgracia que padecerían las generaciones que han crecido entre crisis económicas recurrentes era que lo único que conocerían en su vida es carencias y falta de oportunidades.
Pero cuán equivocados estaban quienes pensaban que la situación no podía degradarse más, y que después volvería la esperanza, pues ahora los niños están peor: a la crónica postración económica del país por efecto de las crisis se suma la paralización económica causada por la violencia y el crimen desatados.
En los días que corren puede resultar estrujante ver a niños, pequeñas personas en formación, tirarse de un salto al piso de sus aulas a una señal convenida, pecho a tierra y las manos a la cabeza, para aprender a sobrevivir a las balaceras.
Desde finales de mayo se han organizado simulacros de sucesos violentos en 26 escuelas de las regiones Centro y Costa Grande del estado.
Hace poco, en Acapulco, dos directoras de jardines de niños fueron secuestradas, una de ellas delante de sus alumnos, por hombres armados que se introdujeron al plantel. Y es tal el temor generado entre educadoras y padres de familia por estos hechos, que diez de estos planteles del puerto ya tomaron la decisión de suspender sus ceremonias de fin de cursos.
Esta es la triste realidad de nuestros niños en estos días. Y todo parece indicar que esta realidad continuará hasta que dejen de ser niños, si es que sobreviven hasta entonces.
Por eso resulta más perniciosa aun la actitud del magisterio proclive a la suspensión de actividades escolares como único e inmediato modo de hacer frente a las desavenencias laborales o a los desacuerdos sindicales.
Al daño causado a los niños por la crisis económica, que les roba el futuro, y por la violencia, que les roba el presente, los maestros de la disidencia magisterial mal alimentan el intelecto de los futuros adultos, y los dejan indefensos ante las calamidades por venir.
Hace unos días, al presentar en Chilpancingo su libro “Por una sociedad sin clases… en las escuelas”, el maestro de la UPN José Luis Ayala señaló que el problema central del sistema educativo es la institucionalización del cinismo de autoridades y docentes.
El maestro hace una propuesta sorprendente: que la sociedad agraviada por la corrupción del magisterio trabaje por que el Legislativo tipifique como delito de lesa humanidad el dejar sin clases injustificadamente a los niños.
Argumenta que al escamotear a los pequeños su derecho a la educación, les trunca su desarrollo intelectual, mental y emocional, les roba parte de su futuro, y eso debe ser considerado sumamente grave.
Hoy puede parecernos una broma, pero llegará el día en que lo veamos desde otra perspectiva, cuando hagamos el recuento de los daños y aquilatemos la justa dimensión de la catástrofe nacional que es el sistema educativo actual.
En la presentación de su libro, José Luis Ayala parodió a un maestro de los que son casi típicos, que solo acude a su aula los jueves, pero no va a dar clases, sino a disculparse por no haber ido el miércoles, a avisar que no irá el viernes y a despedirse porque ese jueves ya se va.
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Fuente:
http://www.eldebatedeloscalentanos.com/
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