Una de las tradiciones mas antiguas conservada en la región de Tierra Caliente es, sin duda, la fiesta de La candelaria celebrada cada 2 de febrero en el pueblo de San Lucas.
Año con año se han presentado en este lugar, visitantes procedentes de muchos puntos de la región e incluso de fuera de ella. En esta fecha el entusiasmo se enciende, se contagia y se hace grande; los peregrinos manifiestan alegría, comparten entre si su mística devoción religiosa y el ambiente se anima.
La multitud que se congrega produce un bullicio semejante al de una gigantesca y fenomenal colmena. Es un movimiento que llega desde muchas partes para encontrase en un punto en común y causa ensordecimiento o asombro, pero jamas pasa inadvertido pues se le recuerda todo un año hasta el siguiente 2 de febrero.
La fiesta en esta localidad se realiza desde hace mas de doscientos años, cuando las comunidades indígenas eran tan pequeñas que escasamente llegaban a cientos de habitantes en cada pueblo, aunque para fines del Virreinato la población tenia ya mucha fe en la religión que les instruyeron los frailes. Por lo escaso de la población la celebración del 2 de febrero se hacia con la llegada de pequeños grupos de San Lucas, pero con el transcurso del tiempo, la incesante presencia de la Virgen de San Lucas y el aumento poblacional, esos pequeños grupos se convirtieron en impresionantes ríos de gente.
Hasta el momento, el mas antiguo testimonio sobre esta vieja tradición de La Candelaria, se encuentra en un documento fechado el 27 de febrero de 1885, localizado en los archivos de la iglesia de San Lucas. Las razones, expuestas en este texto detallan que en San Lucas "desde hace algunos años los indios lugareños se han dedicado a cometer el desacato de colectar limosnas" y otros beneficios, "sin autorización ni orden.
Hasta San Lucas llegaban grupos de familias procedentes de diferentes puntos; arribaban dueños de los ranchos de Tiringueo, La Estancia, Los Limones, Corral de Angao y La Quiringucua; de las haciendas de Saibas Altas, Monte Grade, Tacupa, Querutzeo y Characharando, entre otras. También arribaban desde Huetamo, Turitzio, Comburindio, Pungarabato, lo mismo ocurría de los pueblos de las partes del Estado de México como los municipios de Tlatlaya, Amatepec, Tejupilco, Temascaltepec, Zacasonapan, Otzoloapan, Luvianos, Santo Tomas de los Plátanos y Valle de Bravo. La fiesta de la Candelaria recibía gente de grandes y pequeños pueblos de Tierra Caliente.
Las crónicas señalan que algunos miembros de esta alcurnia llegaban en grupos, luciendo lo mejor de sus equipajes, lujos y ajuares con monturas finas ricamente enjaezadas. Los hombres montaban sillas charras mientras las mujeres montaban a "mujeriegas", esto es, con una pierna cruzada al frente, sobre albardas que tenían chapetones de oro y plata. La travesía dado lo defectuoso de los caminos, a veces se volvía difícil aun para quienes hacían el viaje sobre animales. Había familias o grupos de familias que hacían juntas el viaje, aunque fueron muy diversas las formas de tomar el camino de San Lucas; llegaban a pi, en burros o carreteras, durante la procesión era común mirarles entonar sus destemplados pero sinceros cánticos religiosos.
Estos fueron los viejos tiempos en que, unidos por la religión durante la fiesta y ante la Virgen, aparecía la transitoria mezcla de indígenas y mestizos, todos hermanados por la idea del perdón la misericordia y la presencia del sacerdote de la parroquia de Huetamo, que llegaba a oficiar la misa, como se hacia desde antes del reconocimiento oficial de La Candelaria en San Lucas. Pero mas emocionante aun era que al termino de la misa se soltaba la algarabía producida por bandas con varios instrumentos y tambora, ademas de conjunto de violines y guitarras. También aparecía el conjunto de la chirimía música prehispánica producida por un tamboril de unos veinte centímetros de alto con dos parches de cuero de cabra, uno por cada lado, que se tocaba con dos bolillos de madera. Este pequeño tambor era acompañado por una flauta de carrizo de unos treinta o cuarenta centímetros un conjunto musical, herencia ancestral, manifestación de una música autóctona que se negaba a desaparecer.
Ella se convirtió y se extendió hasta el presente como la cita anual de una familia de parentesco ancestral, cuyo origen se pierde en lo profundo y oscuro de las cavernas del tiempo, desafiando la imaginación; es una mística conservada por la voluntad espiritual que con grande fuerza sus dueños la hacen llegar hasta nuestros días como si se tratara de una extraña "transmicion genética , pasada de generación a generación que se renueva y crece; una herencia inspirada en el compromiso y la coincidencia. Es una practica de costumbre, convicción respeto, resignación fe y en suma, una ofrenda de valores a una creencia que se tiene de principal patrimonio. Quienes se congregan en esta fiesta, muestran tener esa cita con su destino y llegan con la precisión que ordenan los procesos de la vida.
Extracto del libro La Virgen de San Lucas - Su historia, autor: Viliulfo Gaspar Avellaneda. Editorial Garabato.
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