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sábado, 22 de febrero de 2014

FRAY JUAN BAUTISTA MOYA


Fray Juan Bautista Moya, agustino que vivió en Chilapa y Tlapa de 1537 a 1543. Unos años después, de 1554 a 1567, evangelizó en Tierra Caliente. 

La leyenda que sigue nació en el pueblo de Pungarabato (hoy Ciudad Altamirano) y fue recopilada en Valladolid (Morelia) por primera vez en 1574. Reza la Americana Thebaida que, cerca de Coyuca (hoy Coyuca de Catalán), pasa por un gran río llamado río de Coyuca o Pungarabato, lleno de caimanes. Una noche lluviosa de invierno, llegaron unos indios de Coyuca a la cabecera de Pungarabato pidiendo confesión para un enfermo de su pueblo. La corriente se había llevado las balsas y ya no había modo de cruzar el río. Pero Fray Juan Bautista subió en el lomo de un caimán, el cual le permitió pasar del otro lado del río y confesar al enfermo en Coyuca. Para Volver, se repitió el prodigio. Un cuadro pintado en el primer tercio del siglo XVII por el padre Salguero rememora este acontecimiento.

El relato es muy interesante porque su contenido demuestra su indudable origen indígena. Hemos mostrado que los habitantes de las orillas del río balsas acostumbraban aprovechar cualquier tronco de árbol para cruzar la corriente; aquí, en lugar de tronco, Fray Juan Bautista utilizó un caimán. Además de estas circunstancias arraigadas a la vida cotidiana de los pueblos cuyos habitantes tenían que pasar el río para viajar, la historia está calcada sobre el rito de “penitencia” descrito por Alarcón en 1629. Según esta fuente, los habitantes de la cuenca del Balsas acostumbraban arriesgar su vida en los ríos, en medio de los caimanes, a fin de adquirir “méritos”. El rito se realizaba de noche en las mismas circunstancias en que se verificó el “milagro” de Fray Juan Bautista. 

Aquí tenemos un ejemplo de un encuentro espiritual entre indígenas y frailes, los primeros atribuyendo al misionero uno de los prodigios más conocidos en su cultura, el cual fue a su vez aceptado por los frailes interesados en redactar la historia de los milagros de los primeros evangelizadores de su orden, a semejanza de las hagiografías o vidas de santos que estaban acostumbrados a leer.


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