El acueducto, mudo testigo de una prosperidad minera que hizo de Tlalchapa una zona única en toda la comarca calentana. Y es que el Porfiriato presentó estos interesantes detalles: para qué una región prosperará debería tener inversión, no importa si esta era nacional o extranjera, eso fue lo de menos, lo interesante era establecer empleos, escuelas, caminos, en pocas palabras, prosperidad. Fue así como en año de 1893, casi en la última década del siglo XIX, se reinició la explotación minera en el cerro de «San Vicente», con esas ricas vetas de plata, oro y cobre expuestas en las minas de «San José», de «La Cruz» y de «dolores», está última ubicada cerca de la barranca de «Las tarecuas»; así como también otra mina de plata en la barranca de «Perlillas» situada en el cerro de los «Elotes». Desde el 15 de febrero del año señalado, en la Agencia de la Secretaria de Fomento de Ramo de Minería, el norteamericano, avecindado en el Distrito de Coyuca de Catalán Guerrero, el señor ingeniero Carlos S. Westbrook, representante del señor Alexander Harvey; a través del expediente número 50, solicitaron a la instancia correspondiente las vetas de metal platoso para su explotación . Sin olvidar que en esa área ya se encontraban vestigios de una fundición, posiblemente del periodo colonial.
Esta bonanza minera trajo progreso a la misma cabecera municipal de Tlalchapa; arreglos para la escuela de niñas y niños, construcción de una fuente en el centro de la población, y claro, esa impresionante cimentación de piedra de rostro en forma de arcos que bajaba el agua desde el punto llamado «La huerta Vieja» hasta un lugar denominado «El pósito», a lado norte de la población, y que solo en lugares como Morelia, Querétaro y la ciudad de México podemos observar, con su respectivas diferencias. Sí, un acueducto en Tierra Caliente, allá en el vergel de la tórrida región calentana.
Fuente: Tlalchapa, Guerrero