¡Buenas tardes! Ustedes jóvenes de México están aquí, que están
mirando por televisión, están escuchando, quiero enviar un saludo y una
bendición a los miles de jóvenes que en la Arquidiócesis de Guadalajara
están reunidos en la Plaza San Juan Pablo II siguiendo lo que está
pasando aquí y como ellos tantos otros… pero mandaron a avisar que eran
miles, miles ya reunidos escuchando. Así que somos 2 estadios: la Plaza
San Juan Pablo II de Guadalajara y nosotros aquí. Y después tantos otros
también.
Yo conocía las inquietudes de ustedes porque me habían hecho llegar
el borrador de lo que más o menos iban a decir: es la verdad para que
les iba a mentir, pero a medida que hablaban también iba tomando nota de
cosas que me parecían importantes para que no quedaran en el aire, sino
aparecen en lo que yo resumí de lo que ustedes me habían dicho y como
respuesta. Les cuento que cuando llegué a esta tierra fui recibido con
una calurosa bienvenida y pude constatar ahí mismo algo que sabía desde
hace tiempo: la vitalidad, la alegría, el espíritu festivo del pueblo
mexicano.
«Ahorita», después de escucharlos, pero especialmente después de
verlos, constato nuevamente otra certeza, algo que le dije al Presidente
de la Nación en mi primer saludo. Uno de los mayores tesoros de esta
tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la
riqueza de esta tierra. Cuidado, no dije la esperanza de esta tierra,
dije: «Su riqueza».
Una montaña puede tener minerales ricos que van a servir para el
progreso de la humanidad, es su riqueza pero esa riqueza hay que
transformarla en esperanza con el trabajo como hacen los mineros cuando
van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza, hay que
transformarla en esperanza. Y Daniela al final me echó un desafío y
además también nos dio la pista sobre la esperanza pero todos los que
hablaron cuando marcaban las dificultades, las cosas que pasaban
afirmaron una verdad muy grande que todos podemos vivir pero no podemos
vivir sin esperanza.
Sentir el mañana, no podemos sentir el mañana si primero uno no logra
valorarse, si no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale
la pena. Sentir, eso que Alberto decía que con mis manos, con mi corazón
y con mi mente puedo construir esperanza. Si yo no siento eso, la
esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se
puede experimentar que no todo está perdido, y para eso es necesario el
ejercicio de empezar «por casa», empezar por sí mismo. No todo está
perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho. Les pido silencio
ahora. Cada uno se contesta en su corazón. ¿Es verdad que no todo está
perdido? ¿Yo estoy perdido, estoy perdida? ¿yo valgo? ¿valgo poco?
¿valgo mucho?
La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te
desvalorizan, te van como chupando el valor y terminas como caído, ¿no
es cierto? ¿como arrugado con el corazón triste? Discursos que te hacen
sentir de segunda sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es
cuando sentís que no le importás a nadie o que estás dejado de lado.
Esa es la gran dificultad para la esperanza cuando en una familia,
sociedad o escuela o en un grupo de amigos te hacen sentir que nos les
importás. Y eso es duro, es doloroso ¿pero eso sucede o no sucede? ¿sí o
no? Sí, sucede. Eso mata, eso nos aniquila y esa es la puerta de
ingreso para tanto dolor. Pero también hay otra principal amenaza a la
esperanza, la esperanza de que esa riqueza que son ustedes crezca y dé
su fruto.Y es hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te
disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te
volvés prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu
corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu
corazón lo intuye.
La esperanza está amordazada por lo que te hacen creer, no te la
dejan surgir. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que
tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. La
principal amenaza es creer que por tener un gran «carro» sos feliz.
¿Es verdad esto que por tener un gran carro sos feliz?
Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la
Iglesia. Permítanme que les diga una frase de mi tierra, no les estoy
“sobando el lomo”, no los estoy adulando. Y entiendo que muchas veces se
vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente
expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del
narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran
el terror.
Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen
oportunidades de trabajo digno. Alberto, lo expresaste claramente:
posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten
reconocidos los derechos que después terminan impulsándolos a
situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando,
por ser jóvenes, se los usa para fines mezquinos, seduciéndolos con
promesas que al final no son reales, son pompas de jabón. Y es difícil
sentirse rico así. La riqueza la llevan adentro, la esperanza la llevan
adentro pero no es fácil por todo esto que les estoy diciendo que es lo
que dijeron ustedes. Faltan oportunidades de trabajo y estudio dijo
Roberto .y Alberto.
Pero, pese a todo, esto no me voy a cansar de decirlo: ustedes son la riqueza de México.
Roberto, vos dijiste una frase que se me escapó cuando leí tu apunte,
pero que quiero detenerme. Vos hablaste que perdiste algo y no dijiste
perdí el celular, perdí la billetera con plata, perdí el tren porque
llegué tarde. Dijiste perdimos el encanto de disfrutar del encuentro.
Perdimos el encanto de caminar juntos, de soñar juntos y para que esta
riqueza movida por la esperanza vaya adelante hay que caminar juntos,
hay que encontrarse, hay que soñar, no pierdan el encanto de soñar!,
atrévanse a soñar!.
Soñar que no es lo mismo que ser dormilones, eso no. Y no crean que
les digo esto de ustedes son la riqueza de México y de que esa riqueza
con la esperanza va adelante, porque soy bueno, o porque la tengo clara,
no queridos amigos, no es así. Les digo esto y estoy convencido, ¿saben
por qué? Porque como ustedes creo en Jesucristo. Y creo que Daniela fue
muy fuerte cuando nos habló de esto. Yo creo en Jesucristo y por eso
les digo esto: Él es quien renueva continuamente en mí la esperanza, Es
Él quien renueva continuamente mi mirada. Es Él quien despierta en mí, o
sea en cada uno de nosotros, el encanto de disfrutar, el encanto de
soñar, el encanto de trabajar juntos. Es Él quien continuamente me
invita a convertir el corazón.
Sí, amigos míos, les digo esto porque en Jesús yo encontré a Aquel
que es capaz de encender lo mejor de mí mismo. Y es de su mano que
podamos hacer camino, es de su mano que una y otra vez podamos volver a
empezar, es de su mano que podemos decir: Es mentira que la única forma
de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del
narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es
sembrar destrucción y muerte.
Eso es mentira y lo decimos de la mano de Jesús. Es también de la
mano de Jesús, de Jesucristo el Señor que podemos decir que es mentira
que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza,
la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de
espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la
marginación de la esperanza.
Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos
inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas. Son las ambiciones
ajenas las que a ustedes los marginan para usarlos en todas estas cosas
que yo dije que saben que terminan en la destrucción y el único que me
puede tener bien fuerte de la mano es Jesucristo, Él hace que esta
riqueza se transforme en esperanza.
Me han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para decirles, la que está en la base de todo se llama Jesucristo.
Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo
encima, abracen su cruz, abrácenlo a Él. Por favor, nunca se suelten de
su mano aunque los esté llevando adelante arrastrando y si se caen una
vez déjense levantar por Él. Los alpinistas tienen una canción muy linda
que me gusta repetírsela a los jóvenes. En el arte de ascender el
triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído. Ese es el arte y
¿quién es el único que te puede agarrar de la mano para que no
permanezcas caído?
Jesucristo el único, Jesucristo que a veces te manda un hermano para
que te hable y te ayude, no escondas tu mano cuando estás caído. No le
digas ‘no me mires que estoy embarrado o embarrada, no me mires ya no
tengo remedio’. Solamente dejate agarrar la mano y agárrate a esa mano y
la riqueza que tenés adentro sucia, embarrada, dada por perdida va a
empezar a través de la esperanza a dar su fruto pero siempre de la mano
de Jesucristo, ese es el camino. No se olviden en el arte de ascender el
triunfo no está en no caer sino en no permanecer caídos.
No se permitan permanecer caídos, nunca, de acuerdo?. Y si ven un
amigo o una amiga que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, anda y
ofrécele la mano pero ofrécela con dignidad, ponete al lado de él, de
ella, escuchalo, no le digas te traigo la receta, como amigo, despacito,
dale fuerzas con tu palabra, dale fuerzas con la escucha, esa medicina
que se va olvidando. la “escuchoterapia”, déjalo hablar, dejalo que te
cuente y entonces poquito a poco te va extendiendo la mano y vos lo vas a
ayudar en nombre de Jesucristo. Pero si vas de golpe y le empiezas a
predicar y a darle y darle lo vas a dejar peor de lo que estaba. Nunca
se suelten de la mano de Jesucristo , por favor, nunca se aparten de Él y
si se apartan se levantan y siguen adelante. el comprende lo que son
estas cosas.
Porque de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano
es posible creer que la vida vale la pena dar lo mejor de sí, ser
fermento, ser sal, ser luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su
comunidad, en medio de la familia. Después Rosario voy a hablar un
poquito de esto que vos dijiste de la familia. En medio de la familia.
Por eso, queridos amigos, de la mano de Jesús les pido que no se
dejen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como
mercancía. Jesús nos dio un consejo para esto, para no dejarnos excluir,
para no dejarnos desvalorizar, sean astutos como serpientes y humildes
como palomas, las dos virtudes juntas. A los jóvenes viveza no les
falta.
A veces les falta la astucia para que no sean ingenuos. las dos
cosas, astutos pero sencillos, bondadosos. Es cierto, que por este
camino quizás que no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán
los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca les
podrá sacarles que es la experiencia de sentirse amados, abrazados,
acompañados, es el encanto de disfrutar del encuentro, el encanto de
soñar en el encuentro de todos Es la experiencia de sentirse familia, de
sentirse comunidad y es la experiencia de poder mirar al mundo, a la
cara con la frente alta, sin el carro, sin la plata pero la frente alta.
La dignidad.
Tres palabras que las vamos a repetir: riqueza que se la dieron,
esperanza porque queremos abrirnos a la esperanza, dignidad. ¿Las
repetimos? Riqueza y se la dieron, esperanza porque queremos abrirnos a
la esperanza, dignidad. ¿Las repetimos? Riqueza, esperanza, dignidad
La riqueza que Dios le dio a ustedes, ustedes son la riqueza de
México, la esperanza que les dio Jesucristo y la dignidad que les da el
no dejarse “sobar el lomo” y ser mercadería para los bolsillos de otros.
Hoy el Señor los sigue llamando, los sigue convocando, al igual que
lo hizo con el indio Juan Diego. Los invita a construir un santuario. Un
santuario que no es un lugar físico, sino una comunidad, un santuario
llamado parroquia, un santuario llamado nación.
La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los
principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace
sentir parte de esta gran familia de Dios. No para refugiarnos, para
encerrarnos, para escaparnos de las amenazas de la vida o de los
desafíos, al contrario, para salir a invitar a otros; para salir a
anunciar a otros que ser joven en México es la mayor riqueza y por lo
tanto, no puede ser sacrificada y porque es riqueza es capaz de tener
esperanza y nos da dignidad. Otra vez las 3 palabras: riqueza, esperanza
y dignidad. Pero riqueza esa que Dios nos dio y que tenemos que hacer
crecer.
Jesús el que nos da la esperanza nunca nos invitaría a ser sicarios,
sino que nos llama discípulos. Nos llama amigos. Jesús nunca nos
mandaría al muere, sino que todo en Él es invitación a la vida. Una vida
en familia, una vida en comunidad; una familia y una comunidad a favor
de la sociedad. Y aquí Rosario retomo lo que vos dijiste, una cosa tan
linda.
En la familia se aprende cercanía, se aprende solidaridad, se aprende
a compartir, a discernir, a llevar adelante los problemas unos de
otros, a pelearse y a arreglarse, a discutir y abrazarse y a besarse. La
familia es la primera escuela de la Nación y en la familia está esa
riqueza que tienen ustedes. La familia es como quien custodia esa
riqueza, en la familia van a encontrar esperanza porque está Jesús, y en
la familia van a tener dignidad. Nunca, nunca dejen de lado la familia.
La Familia es la piedra de base de la construcción de una gran nación.
Ustedes son riqueza, tienen esperanza y sueñan, también Rosario habló
de soñar, ¿ustedes sueñan con tener una familia? Casi no escuché la
respuesta.
Queridos hermanos ustedes son la riqueza de este país y, cuando duden
de eso, miren a Jesucristo, que es la esperanza, el que desmiente todos
los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones
ajenas. Les agradezco este encuentro y les pido que recen por mí.
Gracias.
Antes de concluir el encuentro, el Santo Padre dijo estas breves palabras
Los invito a rezar juntos a nuestra Madre de Guadalupe y a pedirle
que nos haga conscientes de la riqueza que Dios nos dio. Que nos haga
crecer en nosotros, en nuestro corazón la esperanza en Jesucristo y que
andemos por la vida con dignidad de cristianos.
Dios te salve María….
Que los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Y por favor no se olviden de rezar por mí. Gracias.
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